Sonidos que curan (II)
Sonidos que curan (II)
En todos los lugares y tiempos, los sanadores y los sacerdotes han utilizado el sonido para provocar efectos positivos en los oyentes.
Los chamanes de Mongolia, las mujeres xhosa de Sudáfrica o los lamas del Tíbet han desarrollado técnicas de canto para que el sonido resuene en las cavidades craneales y del resto del cuerpo, de manera que los armónicos se amplifiquen. El resultado es un sonido complejo y poderoso. Es imposible no estremecerse ante el “canto de la voz grave” de los monjes tibetanos. Su objetivo es que cada frecuencia vibratoria actúe sobre un aspecto del ser humano: los tonos fundamentales bajos sobre el cuerpo físico, y los armónicos, sobre la mente. Ciertos instrumentos, como el didjeridú australiano, el monocordio, los cuencos tibetanos, el gong o la tampura india, se tocan con los mismos fines.
Las grandes tradiciones avalan la utilización del sonido. En la literatura védica, el sonido es el aspecto más importante de la curación, más que cualquier otra cosa. La vibración da forma a la materia. Om es un mantra (instrumento de la mente) y hace referencia al sonido primordial que dio lugar al universo. Se pronuncia en todos los rituales y se espera un efecto benefactor.
En lenguaje científico occidental, cada cosa, incluidos los órganos del cuerpo, poseen una frecuencia de vibración, es decir un sonido propio. Teóricamente el sonido podría utilizarse terapéuticamente cuando el órgano pierde su tono peculiar debido a un trastorno. El medio de acción es bien conocido: la resonancia o “contagio” de la vibración, como puede comprobarse, por ejemplo, con dos diapasones: cuando se golpea uno, haciéndolo vibrar y sonar, el otro, sin ser tocado, también suena.
Cuencos tibetanos
Una de las terapias tradicionales de sonido más conocidas es la de los cuencos tibetanos. Al hacerlos sonar mediante un mortero emiten sonidos de frecuencia baja que modifican la actividad eléctrica del cerebro. Estudios realizados en la Escuela Superior Técnica de Posen (Alemania), muestran que, bajo su efecto, el cerebro adquiere un patrón de funcionamiento similar al del sueño, obteniéndose como resultado una relajación profunda. Según el terapeuta Peter Hess, “la calma mental permite al subconsciente admitir nueva información y ordenarla; de esta manera se superan bloqueos y miedos, y se movilizan las fuerzas autocurativas”. Las indicaciones más frecuentes de la terapia con cuencos son el estrés, los dolores de cabeza y espalda, las alteraciones del sueño y los trastornos de los órganos digestivos.
Los tonos que salen de un cuenco dependen de su forma, tamaño y material. Los más pesados y grandes alcanzan los 1,5 kg y diámetros de 25 cm. Los de más calidad están compuestos de mezclas de hasta doce metales a los que se atribuyen tradicionalmente propiedades salutíferas. Al golpear o rozar los cuencos con una especie de mazos de mortero forrados con distintos materiales, como cuero, goma o tela, se obtienen timbres diferentes. Los sonidos pueden durar varios minutos y resultan envolventes: parecen ir de un oído a otro o venir desde diferentes direcciones. En la terapia, se utilizan varios cuencos que se colocan rodeando al paciente y se hacen sonar uno a uno y luego todos juntos. Incluso es posible colocar los cuencos directamente sobre la persona para realizar un “masaje de sonido”.
Good vibrations (buenas vibraciones)
El sonido, como la luz, es vibración. Sólo se diferencian físicamente en la velocidad. En la medicina tradicional de la India –ayurveda– o en las modernas terapias energéticas se combina luz y sonido para potenciar sus efectos.
• Sonido que se oye, luz que se ve. La frecuencia de vibración se mide en herzios (Hz). Los sonidos entre 16 Hz y 20.000 Hz son audibles por el oído humano. El espectro de luz visible va de los 384 hasta 789 THz (billones de herzios).
• La Ley de la Octava, descubierta por G.I. Gurdjieff, permite establecer una correspondencia matemática entre los sonidos y los colores. Los espectros de sonido y luz están separados por 40 octavas.
Si tenemos un sonido (la nota la, por ejemplo, que vibra a 440 Hz) y se realizan octavaciones sucesivas se obtiene el color amarillo anaranjado. De esta manera a cada uno de los 12 tonos básicos se le asigna un color.
• Hans Cousto, matemático y musicólogo suizo, ha creado un sistema que relaciona planetas, sonidos, colores y determinados efectos psicológicos.
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Fuente: https://elcorreodelsol.com/articulo/sonidos-que-curan
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